May 17, 2006
Hace unos días un fiel lector de mis artículos sobre diplomacia me exhortó que escribiera una líneas que sirvieran de orientación para quienes asumen nuevas responsabilidades como embajadores, cónsules o funcionarios diplomáticos en el exterior. Me pareció oportuna la recomendación tomando en cuenta que indudablemente no todos los nuevos funcionarios poseen el tiempo para dedicarle dos años a la escuela diplomática, ni el curso resumido de “actualización”, que se imparte a los recién nombrados, cumple para obtener la preparación necesaria hacia desempeñar exitosamente sus responsabilidades diplomáticas, y mas confuso aun, algunos de estos ingresan por primera vez al Servicio Exterior.
Me gustaría referirme a algunas prácticas que forman parte de el lenguaje tradicional en esta materia , otras que he recogido de la experiencia a través de vivir junto a mi padre y algunas bien instauradas normas que forman parte de legislación en vigor. Tomarlas en consideración pueden ayudar a quienes asumen responsabilidades diplomáticas y así garantizar el debido comportamiento durante el ejercicio de sus funciones en representación de nuestro país.
Ante todo debemos tener bien presente que es un alto honor ser designado como representante de un país en el exterior, especialmente si esa designación es la de Jefe de Misión Diplomática o Consular. Desde ahí se desprende que un alto código de conducta personal y familiar sea requerido durante el ejercicio de funciones oficiales, no importa el país que envía o sus características. El conocimiento de la realidad política, social y económica del país es importante. Siempre hay que recordar que todo miembro de la comunidad diplomática es un huésped en el país receptor. El cumplimiento de normas establecidas y conductas es parte de la cortesía que se merece el respectivo país.
La función de un representante oficial en el exterior debe tener como única meta los intereses y las políticas de su Estado y no los intereses personales de la persona designada.
Las prebendas y facilidades que brinda el Estado no son a la persona, sino al cargo que representa. Hay que evitar la visión según la cual las facilidades materiales son de uso exclusivo del funcionario asignado. Los mismos son instrumentos que se otorgan para facilitar el trabajo que corresponde tanto al titular como a quien lo sustituya.
Por igual hay que tener presente que los diplomáticos no tienen vida privada. Un diplomático, por las funciones que ejerce siempre será mas evidente que en su país de origen. De allí la importancia de mantener una buena conducta social, inclusive extensiva a sus familiares, en donde se destaque sobre todo el respeto a la investidura, así como las costumbres y las prácticas sociales del país receptor.
Cualquier actuación que realizamos refleja a nuestro país. De allí que es muy importante mantener no solo disciplina y seriedad en la actuación personal, sino además en la representación y exposición de la política exterior del país. Sobretodo nunca se debe, por razón alguna criticar a su país y mucho menos al de quien le recibe.
El funcionario diplomático debe estar siempre en proceso de aprendizaje, evaluación y reflexión sobre la realidad de su entorno. El conocimiento de la realidad nacional de su país así como la capacidad de interpretación del entorno adonde está acreditado es muy importante para el debido ejercicio de sus funciones.
La discreción es importante. La representación del Estado deja poco espacio para desarrollar agendas personales, sean de tipo privado o políticas. Siempre hay que recordar que en la diplomacia la forma es fondo. Como miembros de una Institución sus miembros deben respetar las tradiciones, mantener las prácticas establecidas y recordar la importancia que los niveles jerárquicos tiene en el marco de la representación de los Estados.
La humildad es síntoma de tolerancia y permite alcanzar la confianza por parte de los respectivos receptores. Todo diplomático tiene como tarea la de hacer velar por los intereses de su país, así como crear puentes que contribuyan a la consolidación de las relaciones diplomáticas establecidas.
Por último, pero quizás lo más importante, es recordar que para representar al Estado se debe poseer como epicentro para su actuación, como representante, un profundo afecto por nuestra nación y la permanente defensa de los más altos intereses nacionales.