Dec 15, 2005
Se puede percibir que el ejercicio de la Diplomacia se encuentra ante una encrucijada. Vemos con preocupación que las Misiones Diplomáticas en general, no se adaptan a los nuevos retos que la comunidad internacional en sus distintas facetas exige. Afirmación un tanto dura pero cierta. Al igual que en otras áreas del quehacer humano, la modernización es una necesidad de estos tiempos, no solo de las instituciones sino también de sus principales protagonistas, sean estos embajadores, cónsules, funcionarios, etc.
Las Misiones Diplomáticas, entendidas como las Embajadas, los Consulados, Misiones ante Organismos Internacionales, así como sus miembros no se deben mantener como entes aislados al margen del acelerado mundo que vivimos, lo cual sitúa en otra dimensión a las relaciones entre los Estados, las Corporaciones, las Organizaciones no Gubernamentales y los propios individuos.
La tradicional manera de hacer Diplomacia y representar los intereses de los Estados, pareciera quedar fuera de contexto, si no se complementa con modernos estilos gerenciales y una nueva actitud ante la oportunidad de aprovechar racionalmente los recursos humanos disponibles y el acceso a los instrumentos logísticos que tenemos hoy en nuestras manos, tales como los de la comunicación.
Por ejemplo, con la apertura de la Internet comercial, miles de empresas aparecen en las páginas de la llamada World Wide Web (WWW), la sección de multimedia que intercomunica cerca de 80 millones de usuarios de computadoras. El acceso a la información mas que en ninguna época esta a la vuelta de la esquina. En nuestras casas están las más sofisticadas bases de datos, las noticias de todos los medios del mundo, las bibliotecas a nuestro alcance, estadísticas, análisis y pare usted de contar porque hasta las reservaciones de viaje las podemos hoy hacer cómodamente desde nuestros hogares. Un miembro de la comunidad internacional sin aprovechar estas herramientas pierde gran parte de su efectividad.
La información es hoy más atractiva, abre nuevos caminos, sugiere alternativas y si estamos ante una era de diplomacia creativa, ello es fundamental.
A través de la informática podemos hoy saber efectivamente dónde se encuentran las oportunidades de negocios para el Estado y para nuestros empresarios, nos adelantamos a prevenir acontecimientos, nos enteramos sobre nuevas tecnologías en todos los campos y podemos hasta evitar conflictos. Vivimos definitivamente en un mundo en donde manejar la tecnología de la información es vital.
Entendemos también que todos estos cambios e innovaciones producen resistencias. Las grandes transformaciones necesitan de mucha visión de futuro. Siempre hay quienes creen que es mejor dejar las cosas como están y se conforman con tan pocos resultados. Esto significa que existen personas dentro de las organizaciones apostando a que las cosas se mantengan iguales. Quizás para esconder su incapacidad de adaptarse a los nuevos retos.
El que se produzcan los cambios necesarios, son los objetivos que se deben proponer los formuladores de política exterior. Esta perspectiva encuentra en la práctica muchas dificultades, tanto en las propias Cancillerías, como en los Congresos y en las altas autoridades de los Gobiernos. Hay quienes ven las misiones en el exterior como reducto para el clientelismo político o para oxigenarse de controvertidos personajes circunstanciales. Esta visión es igual en gran parte de las Cancillerías del mundo.
No se equivocan quienes aseguran que las autopistas de la información son la pieza clave del tercer milenio. Nos podríamos imaginar una Embajada del año 2006 sin facsímile, sin correo electrónico, sin acceso a Internet, todavía usando los mismos formalismos del pasado, como por ejemplo las mismas valijas diplomáticas de hace 50 años. Por supuesto que no!!!. Pero aunque parezca una exageración, ello todavía es una realidad en muchas de las Embajadas y Organismos Internacionales, especialmente aquellas pertenecientes a los países en vías de desarrollo como nosotros. El Diplomático de hoy tiene que ser distinto. Es un hombre que debe participar proactivo en el entorno ante el cual está expuesto.
¿Qué tal le parecería un informe político o económico escrito desde una Misión Diplomática en cualquier parte del mundo y que llegue a su destinatario 15 días después? ¿Cómo se vería afectada una licitación o una posible inversión extranjera si los interesados tuviesen que esperar más de una semana por una respuesta, en muchos casos debido a la lentitud de la valija diplomática o por no tener acceso telefónico directo a los centros de decisión económica y política de su país?.
La dinámica de los acontecimientos mundiales y las oportunidades de negocios tienen un ritmo tan acelerado que el acceso a las nuevas formas de comunicación o a la autopista de la información (como le llaman los Norteamericanos), es una imperiosa necesidad. Las oportunidades están a la vuelta de la esquina. Hay que saberlas buscar. El Diplomático se convierte hoy en un buen vendedor y en un mejor comprador de oportunidades.
Las Cancillerías tienen una nueva generación de recursos humanos mucho más preparados, actualizados y calificados con relación a épocas anteriores. Dejamos atrás la guerra fría y comenzamos un nuevo milenio. Sin embargo, estos recursos tienen muchas veces que convivir con una estructura organizativa arcaica, que no estimula su máximo aprovechamiento y por el contrario, los frustran, al tener que sobrevivir con una visión que se mantiene en la mera formalidad tradicional en detrimento de la efectividad que los nuevos tiempos exigen. Las Cancillerías tienen hoy más que nunca él deber de exigir lo mejor de un Servicio Exterior, pero para ello tienen que modernizarse. En otras palabras hay que superar el pasado para ver con claridad el futuro.