Jul 27, 2000
Se dice que detrás de todo gran hombre hay una gran mujer
Por mi parte tengo la dicha de ser hijo de un gran hombre, el cual, en una de las líneas de su testamento fue explícito en describir como sin la ayuda de mi madre nunca habría alcanzado lo que logró en su vida.
Aunque esto es real en todo ámbito, quiero relatarles como en la vida diplomática de mi padre fue tan valioso el rol de una gran mujer para lograr un buen papel en el exterior.
Desde pequeño siempre me encantó escuchar las historias de las vivencias diplomáticas de mis padres, tanto así, que de cierta forma me permitió observar la diplomacia al través de los ojos de mi padre, razón que en inicio me atrajo a ella, aunque no tardé en aprender que al igual que él, yo también, poseía una atracción involuntaria.
De esas historias les contaré una con tal de explicarles mi punto y para ello debemos remontarnos al año 1959 cuando, a pesar de tener ya varios años en el servicio exterior, mi padre fue nombrado Embajador por primera vez en México.
Mis progenitores tuvieron la fortuna que la residencia, ese entonces, era una mansión alquilada a un señor de alta esfera social mexicana que incluso había sido canciller. Dicha propiedad era enorme y poseía 4 pisos de los cuales había: Sala de Baile, Salón Chino, Comedor de Lujo, entre otros. La lujosa vivienda era tan grande que mis padres básicamente solo habitaban el segundo piso, pues les era suficiente espacio para su diario vivir. En ese tiempo mi madre estaba embarazada de mi hermana mayor y le tocó recibir y adecuar una casa de tal tamaño con una barriga.
Era tanto el trabajo pendiente que para ejemplo en el comedor de lujo el cual ostentaba una mesa muy elegante, inicialmente se pensaba que era de mármol gris, luego dándose cuenta de que era blanco y que el cambio de color era el sucio acumulado debido a negligencias de limpieza.
En medio de esa exhaustiva faena rompió fuente, por ende tuvo que abandonar el proceso. No obstante, luego de haber pasado solo 16 días del nacimiento de mi hermana ya mi madre estaba comprometida en preparar una cena para 360 personas en ocasión de la celebración del 27 de febrero.
Tomando en cuenta que el cuerpo diplomático de hoy en día es mucho mas cuantioso que el de esa época y, prácticamente en cada uno de esos casos existe una pareja, la cuestión tiende a tomar gran significado, y más entendiendo que la esposa es tan activa como su esposo, y en su manera, de igual importancia para el esquema de las cosas.
Con esto queda probado que, el éxito de la misión de su esposo – y consecuentemente de las asignaciones de su gobierno – puede depender de que tan eficiente mantenga una casa en un ambiente difícil y extraño, que tan rápido logre aprender un idioma nuevo, cuan sensible o tolerante sea a las actitudes y costumbres extranjeras, que poco le afecte tener que recoger cada cierto tiempo e ir a una nueva localidad, que bien conserve secretos diplomáticos, como pueda manejarse con los hijos, desorientados con el frecuente cambio de países, escuelas y amiguitos, entre otras cosas.
En muchos casos, incluso es la esposa que muchas veces toca la parte mas difícil en cuanto a adaptación se refiere, pues de cierta forma el esposo tiene sus actividades gobernadas por su rol en el estado receptor, costumbres bien establecidas y protocolo, mientras que ella debe crear un espacio para si dentro de una comunidad extraña.
Nunca se me olvida escuchar a mi papá bromear con que él era un diplomático de carrera y que mi madre era una diplomática a la carrera, por el hecho de que ella tuvo que aprender diplomacia prácticamente de la noche a la mañana a partir del momento cuando jovencita y recién casada le toco acompañar a mi padre a un puesto en Francia. Desde ahí fue un continuo aprendizaje lleno de vivencias y experiencias, las cuales no podemos afirmar que todas fueron buenas, pero tampoco decir lo contrario.
Por: Horacio Vicioso Galán