Jul 2, 2007
Según un estudio hecho en 1956 se calculaba que un siglo antes el hombre promedio tenia 72 deseos, 16 de los cuales se consideraban necesidades. En el 2006, cincuenta años después de aquel estudio, se calculó que el hombre promedio tiene 474 deseos, 94 de los cuales se consideran necesidades.
Aún hoy las necesidades del hombre son pocas… pero sus deseos no tienen límites. Pero lo que siempre ha sido una necesidad para el hombre, es la necesidad de conectarse entre sí.
Conectarse con otras personas trae infinitas recompensas, ya sea conseguir el trabajo, conseguir la venta, electrificar a su público, etc.
El mejor recurso de cualquier individuo son las otras personas, te traen al mundo, te visten, te bañan, te alimentan , te enseñan, invierten tu dinero, arreglan tu vehículo, y hasta te entierran. No podemos vivir sin ellos, es más, no podemos ni morir sin ellos.
Conectarse es lo que hacían nuestros ancestros cuando se aglomeraban alrededor de un fuego a comer filete de mamut o hilar la más moderna moda de pieles de animales.
Es lo que hacemos cuando sostenemos torneos de golf, conferencias, etc., es lo que subraya todos nuestros rituales culturales, desde los más serios hasta los más frívolos, desde bodas y funerales, hasta juegos de muñecas Barbie y competencias de comer spaghetti.
Hasta los artistas y poetas más antisociales que pasan largos meses pintando en un estudio o componiendo en un cubículo en sus alcobas, esperan que a través de sus creaciones ellos, eventualmente, conectarán con el público.
Ya sea con el que da la noticia o el clima mundial por televisión, o aquella persona que recoge esa fruta exótica del otro lado del mundo, voluntaria o involuntariamente cada día hacemos cientos de conexiones.
Es de esta fuerza imperante de relacionarnos que nace la diplomacia, no importa el modelo de teoría de relaciones internacionales que se utilice par analizar las relaciones, la realidad es que, al igual que los individuos, los Estados también tienen la necesidad de relacionarse.
Por lo mismo, y tomando en cuenta lo dicho anteriormente sobre el hecho de que éstas nos traen infinitas recompensas, debemos entonces entender que la preparación de nuestro cuerpo diplomático es esencial para un buen desenvolvimiento de las relaciones. Por igual hay que entender que una mala representación puede dañar una relación, y muchas veces sucede como dice el proverbio: “no hay oportunidad para una segunda impresión”.
Si concebimos que para algunos países la prioridad no es la República Dominicana, entonces imaginémonos qué ventaja nos arroja un diplomático que nos “trate” de representar sin tener la más mínima preparación en este aspecto.
Debemos razonar de una vez por todas que nuestras misiones en el exterior no son una manera de premiar a un individuo, sino más bien espejos de nuestro país y, hoy día, más que todo, oficinas de comercio.
Por eso, y otras razones, entiendo que en diplomacia se pueden aplicar las palabras del ex presidente norteamericano J.F. Kennedy cuando dijo “No pregunte ¿Qué puede hacer mi país por mí?, sino ¿Qué puedo hacer YO por mi país?”.
Sí, las relaciones son una necesidad, y más aún las buenas, por tanto, por favor, no dejemos que se conviertan en un deseo…